miércoles, 26 de diciembre de 2007

MATANZA DE LA ESCUELA SANTA MARÍA DE IQUIQUE

“Señoras y Señores: venimos a contar, aquello que la historia no quiere recordar. Pasó en el Norte Grande, fue Iquique la ciudad. Mil novecientos siete marcó fatalidad. Allí al pampino pobre mataron por matar.”
Luis Advis
Pregón - Cantata de Santa María de Iquique

Ya han pasado 100 años, cuando la pequeña escuela Domingo Santa María se tiño de sangre obrera. El 21 de diciembre de 1907, fueron acribillados en Chile 3600 obreros del salitre. En esos años Chile dependía e las exportaciones del salitre, en manos de capitales ingleses. La huelga, provocada por las míseras condiciones de trabajo y explotación de los trabajadores, fue reprimida por medio del indiscriminado uso de la fuerza armada por parte del gobierno del presidente Pedro Montt. El general Roberto Silva Renard, comandando las unidades militares bajo instrucciones del ministro del interior Rafael Sotomayor Gaete, ordenó reprimir las protestas, matando a cientos de trabajadores y dando un trato especialmente duro a los sobrevivientes.






La vida en las minas era muy dura. Las empresas ejercían un duro control sobre la vida y obra dentro de los yacimientos, lo que provocaba un alto grado de vulnerabilidad de los trabajadores ante las arbitrariedades cometidas por los dueños, quienes actuaban casi como señores feudales. La concentración de poderes era inmensa. Fuera de ser dueños de las viviendas obreras, las empresas contaban con un sistema policial propio, controlaban las pulperías (lugares de comercio dentro de la Oficina Salitrera) y a todos aquellos que se dirigían a realizar negocios en las oficinas, establecieron un sistema exclusivo de pago por medio de fichas las cuales eran exclusivamente canjeables en las oficinas y negocios de su propiedad, y no dudaban en retrasar los pagos hasta por plazos de dos o tres meses

El 10 de diciembre de 1907 una huelga general se desató en la salitrera San Lorenzo y el paro amplió a la de Alto San Antonio, iniciándose la Huelga de los 18 peniques. Este nombre se debe a que los jornaleros pedían el pago de salarios a este tipo de cambio. La numerosa columna de huelguistas de Alto San Antonio llegó al puerto de Iquique, sede del gobierno regional, portando banderas de Chile, Perú, Bolivia y Argentina, alojándose en el hipódromo del puerto. A este movimiento se sumaron otras oficinas salitreras, entrando en huelga también casi todo el comercio e industria del norte del país. Las demandas publicadas el 16 de diciembre en un memorial por los pampinos eran:

1) Aceptar que mientras se supriman las fichas y se emita dinero sencillo cada Oficina representada y suscrita por su Gerente respectivo reciba las de otra Oficina y de ella misma a la par, pagando una multa de $50.000, siempre que se niegue a recibir las fichas a la par.
2) Pago de los jornales a razón de un cambio fijo de 18 peniques. Libertad de comercio en la Oficina en forma amplia y absoluta.
3) Cierre general con reja de fierro de todos los cachuchos y chulladores de las Oficinas Salitreras, so pena de pagar de 5 a 10.000 pesos de indemnización a cada obrero que se malogre a consecuencia de no haberse cumplido esta obligación.
4) En cada oficina habrá una balanza y una vara al lado afuera de la pulpería y tienda para confrontar pesos y medidas.
5) Conceder local gratuito para fundar escuelas nocturnas para obreros, siempre que algunos de ellos lo pida con tal objeto.
6) Que el Administrador no pueda hacer arrojar a la rampla el caliche decomisado y aprovecharlo después en los cachuchos.
7) Que el Administrador ni ningún empleado de la Oficina pueda despedir a los obreros que han tomado parte en el presente movimiento, ni a los jefes, sin un desahucio de 2 a 3 meses, o una indemnización en cambio de 300 a 500 pesos.
8) Que en el futuro sea obligatorio para obreros y patrones un desahucio de 15 días cuando se ponga término al contrato.
9) Este acuerdo una vez aceptado se reducirá a escritura pública y será firmado por los patrones y por los representantes que designen los obreros.





El 16 de diciembre, miles de trabajadores en paro llegaron a la ciudad de Iquique, respaldando las demandas de los salitreros a la autoridad provincial, con el fin de obtener su intervención.

El gobierno del Presidente Pedro Montt, había dado ya la orden de traslado de tres regimientos para reforzar los dos que habían en Iquique y envió desde Valparaíso un crucero con tropas de desembarco: El 17 llegó desde Arica el crucero Blanco Encalada trasportando al regimiento Rancagua; el 18, anclaba en la bahía el crucero Esmeralda que traía tropas del Regimiento de Artillería de Marina.

El intendente interino Julio Guzmán García, mediaba en las negociaciones con los representantes pampinos, hasta que el 19 de diciembre llegaron al puerto el Intendente titular Carlos Eastman Quiroga y el general Roberto Silva Renard, jefe de la Primera Zona Militar del Ejército, acompañados del coronel Sinforoso Ledesma.

A medida que avanzaba la huelga, más y más pampinos se unían a ella, llegándose a estimar que para el 21 de diciembre eran entre 10.000 y 12.000 los obreros en huelga en Iquique. A los pocos días de haber llegado, este gran conglomerado de trabajadores estaban reunidos en la plaza Manuel Montt y en la Escuela Domingo Santa María, pidiendo al gobierno que actuara de mediador con los patrones de las firmas salitreras extranjeras (mayoritariamente ingleses) para solucionar sus demandas. Por su parte, los patrones se negaban a negociar mientras los obreros no reanudaran sus actividades.

Órdenes oficiales desde Santiago determinaban que los huelguistas abandonaran la plaza y la escuela y se ubicaran en el Hipódromo, para luego regresar en tren a las salitreras y reanudar sus faenas. Los pampinos se rehusaron, pues intuían que si regresaban a sus labores, sus peticiones serían ignoradas.

Frente a la creciente tensión que había ya entre los grupos, el 20 de diciembre de 1907 los dirigentes efectuaron una reunión con el intendente Eastman. En esos mismos momentos era declarado el Estado de Sitio, haciendo que las libertades constitucionales fueron suspendidas, todo esto por medio de un decreto publicado en la prensa. Mientras la reunión se efectuaba en la oficina salitrera Buenaventura, un grupo de obreros con sus familias trataron de abandonar el lugar y fueron acribillados en la línea férrea. Como resultado de esta acción 6 obreros murieron y los demás terminaron heridos.

El 21 de diciembre de 1907 se efectuaron los funerales de los obreros, e inmediatamente después de concluir las ceremonias se les ordenó a todos los trabajadores que abandonaran las dependencias de la escuela y sus alrededores y se trasladaran a las casuchas del Club Hípico. Los obreros se negaron a ir, temiendo ser cañoneados por los barcos que apuntaban el camino que deberían recorrer hacia dicho lugar.

El general Roberto Silva Renard, junto al coronel Ledesma, tenían la misión de desalojar a los trabajadores en huelga. Se señaló a las 2.30 de la tarde, a los dirigentes del comité de trabajadores, que si no salían del edificio abrirían fuego contra ellos. Ante la negativa de estos, el jefe militar reiteró que abriría fuego sobre los huelguistas a las 3.30 de la tarde. Pese a las amenazas reiteradas, sólo un pequeño grupo de trabajadores abandonó la plaza.

A la hora señalada por Silva Renard, este ordenó a los soldados disparar a los miembros del comité que se encontraban en la azotea de la escuela, quienes cayeron muertos con la primera descarga. La multitud, desesperada y buscando escapar, se arrojó sobre la tropa y ésta repitió el fuego al que se le añadió el de las ametralladoras. La tropa, después de lanzar fuego graneado desde la plaza, entró ametrallando por los patios y las salas de clase, matando a destajo sin reparar en las mujeres y niños que pedían a gritos clemencia. Los sobrevivientes de la matanza con posterioridad fueron llevados a sablazos hasta el Club Hípico, y desde allí a la pampa (zona desértica del norte de Chile, comprendida entre las regiones de Tarapacá y Antofagasta), donde se les impuso un régimen del terror.





La lección aprendida por los pampinos fue de más unidad y sindicalización como herramientas para luchar por sus derechos, creándose 2 años después la Federación Obrera de Chile-FOCH, y más tarde, en 1912, el Partido Obrero Socialista, él cual posteriormente se llamaría Partido Comunista de Chile.

Al rendir hoy un homenaje a estos mártires de los trabajadores recordamos que son muchos los capítulos posteriores de la historia de Chile donde esta matriz se repite, y también constatamos que desgraciadamente hoy los trabajadores se ven obligados a reclamar igualmente derechos básicos y elementales producto del retroceso en su situación generado por la dictadura y los gobiernos concertacionistas posteriores.

¡HONOR Y GLORIA A LOS MARTIRES DE LA ESCUELA SANTA MARIA!
¡VIVAN LOS TRABAJADORES!