Soy personaje central de la obra "El ingenioso hidalgo, Don Quijote de La Mancha" escrita por Don Miguel de Cervantes Saavedra, más conocido como el Manco de Lepanto, quien recibió ese apodo, poco feliz por cierto, después que perdiera la utilidad de su mano izquierda al recibir un arcabuzazo en la batalla de Lepanto.
Pero no hablemos del manco, la idea es hacer referencia a mí.
Vivía en un lugar de La Mancha, en una hacienda con una ama que pasaba los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza.
Yo tenía unos cincuenta años, de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Mi nombre era Alonso Quejana.
En mis ratos de ocio, que eran los más del año, me dedicaba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvide casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aún la administración de la hacienda.
Tanta era mi curiosidad y desatino por estos libros que vendí muchas hectáreas de mi tierra de sembradura para poder comprar más libros.
Tanto me enfrasque ,en la lectura que leía todo el día y toda la noche... de tanto leer, se me seco el cerebro, de manera que vine a perder el juicio, pero la verdad es que no perdí la razón, simplemente lo llene de fantasía de todo aquello que leía en los libros: batallas, desafíos, heridas y amores. Y se me asentaron de tal modo en la imaginación que era difícil distinguir entre la realidad y lo que había leído de esos libros.
Un día se decidí tomar la armadura y convertirme en un caballero andante, irme por el mundo de armas y a caballo buscar aventuras. Cobrando así nombre eterno y fama.
Lo primero que hice fue limpiar las armas de mis bisabuelos, sacarles el oxido y el moho.
Después fui en busca de mi fiel corcel Rocinante. Bastante flaco el pobre, pero fiel y hermoso en mi mágica mente.
Pues bien, ya para mi aventura tenía armas y corcel, entonces me faltaba una dama, pensé en bellas mujeres y recordé a doña Aldonza Lorenzo, una moza labradora de buen parecer, pero decidí darle un nombre más hermoso... así que la llame Dulcinea del Toboso, ya que era originaria del Toboso.
Al salir en mis aventuras decidí conseguir escudero, convencí así a un vecino, Sancho Panza, hombre de bien, pobre, casado y con hijos... lo invité a ayudarme y le prometí que le regalaría una ínsula.
En una de nuestras tantas aventuras nos enfrentamos a gigantes de largos brazos que nos atacaban...
- Mira, Sancho, treinta o más gigantes desaforados, con quienes pienso dar batalla!- dije apuntando con mi lanza a aquellos monstruos.
- Qué gigantes señor? - respondió Sancho.
- Aquellos sobre la colina, los que mueven sus largos brazos - Dije perdiendo un poco la paciencia.
- Esos son molinos de vientos señor y lo que se mueve son las aspas del molino - mientras miraba hacia la colina, tapándose la cara del reflejo del sol.
- Dejad Sancho, si eres cobarde, quédate acá y yo iré en desigual aventura a vencer a esos monstruos, me encomiendo a mi bien amada Doña Dulcinea del Toboso, para que me socorra... - y di espuelas a mi Rocinante... y cabalgue hacia los gigantes...
- Pero Señor!!! Se va a hacer daño - Gritaba Sancho...
Los gigantes trataban de huir, y yo les gritaba - Moriréis, cobardes bajo el filo de mi espada -
Pero al llegar, los gigantes se trasformaron en molinos y las aspas de los mismos me lanzaron muy lejos, donde quedé tirado hasta que llego Sancho...
- Señor, señor... está usted bien? - Jadeaba Sancho mientras corría a mi lado
- Me encuentro perfectamente - decía, mientras me reincorporaba - no es dado que un Caballero Andate se queje de dolor!, por lo visto algún viejo mago ha transformado a estos gigantes en molinos!!!...
- Como usted diga señor... - repuso Sancho, mirando al cielo.
Sancho representaba el apego a los valores materiales mientras que yo ejemplifica la defensa de un ideal. Mas no somos dos figuras contrarias, sino complementarias, que muestran la complejidad de la persona, materialista e idealista a la vez. Como diría hoy un psicólogo, Sancho fue sufriendo una Quijotización y yo una Sachonización, o sea, Sancho se volvió más imaginativo, idealista, soñador y yo cada vez me fui volviendo más realista...
Así paso el tiempo... hasta que volví a La Mancha... y finalmente mi familia no me dejo volver a salir de andanzas.
Se cuentan historias que volví a escaparme... pero eso nunca quedó claro en lo que escribió el Manco...
Sin lograr nunca ser un real caballero andante logré convertirme en un clásico personaje y he sido retratado y representado en infinidad de veces...
Me convirtieron en un idealista romántico, que siguió hasta al fin sus sueños... supongo que entonces, no todo quedó perdido.
Como dice un refrán que se me atribuye "Ladran, Sancho, señal que cabalgamos..."
FIN
Pero no hablemos del manco, la idea es hacer referencia a mí.
Vivía en un lugar de La Mancha, en una hacienda con una ama que pasaba los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza.
Yo tenía unos cincuenta años, de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Mi nombre era Alonso Quejana.
En mis ratos de ocio, que eran los más del año, me dedicaba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvide casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aún la administración de la hacienda.
Tanta era mi curiosidad y desatino por estos libros que vendí muchas hectáreas de mi tierra de sembradura para poder comprar más libros.
Tanto me enfrasque ,en la lectura que leía todo el día y toda la noche... de tanto leer, se me seco el cerebro, de manera que vine a perder el juicio, pero la verdad es que no perdí la razón, simplemente lo llene de fantasía de todo aquello que leía en los libros: batallas, desafíos, heridas y amores. Y se me asentaron de tal modo en la imaginación que era difícil distinguir entre la realidad y lo que había leído de esos libros.
Un día se decidí tomar la armadura y convertirme en un caballero andante, irme por el mundo de armas y a caballo buscar aventuras. Cobrando así nombre eterno y fama.
Lo primero que hice fue limpiar las armas de mis bisabuelos, sacarles el oxido y el moho.
Después fui en busca de mi fiel corcel Rocinante. Bastante flaco el pobre, pero fiel y hermoso en mi mágica mente.
Pues bien, ya para mi aventura tenía armas y corcel, entonces me faltaba una dama, pensé en bellas mujeres y recordé a doña Aldonza Lorenzo, una moza labradora de buen parecer, pero decidí darle un nombre más hermoso... así que la llame Dulcinea del Toboso, ya que era originaria del Toboso.
Al salir en mis aventuras decidí conseguir escudero, convencí así a un vecino, Sancho Panza, hombre de bien, pobre, casado y con hijos... lo invité a ayudarme y le prometí que le regalaría una ínsula.
En una de nuestras tantas aventuras nos enfrentamos a gigantes de largos brazos que nos atacaban...
- Mira, Sancho, treinta o más gigantes desaforados, con quienes pienso dar batalla!- dije apuntando con mi lanza a aquellos monstruos.
- Qué gigantes señor? - respondió Sancho.
- Aquellos sobre la colina, los que mueven sus largos brazos - Dije perdiendo un poco la paciencia.
- Esos son molinos de vientos señor y lo que se mueve son las aspas del molino - mientras miraba hacia la colina, tapándose la cara del reflejo del sol.
- Dejad Sancho, si eres cobarde, quédate acá y yo iré en desigual aventura a vencer a esos monstruos, me encomiendo a mi bien amada Doña Dulcinea del Toboso, para que me socorra... - y di espuelas a mi Rocinante... y cabalgue hacia los gigantes...
- Pero Señor!!! Se va a hacer daño - Gritaba Sancho...
Los gigantes trataban de huir, y yo les gritaba - Moriréis, cobardes bajo el filo de mi espada -
Pero al llegar, los gigantes se trasformaron en molinos y las aspas de los mismos me lanzaron muy lejos, donde quedé tirado hasta que llego Sancho...
- Señor, señor... está usted bien? - Jadeaba Sancho mientras corría a mi lado
- Me encuentro perfectamente - decía, mientras me reincorporaba - no es dado que un Caballero Andate se queje de dolor!, por lo visto algún viejo mago ha transformado a estos gigantes en molinos!!!...
- Como usted diga señor... - repuso Sancho, mirando al cielo.
Sancho representaba el apego a los valores materiales mientras que yo ejemplifica la defensa de un ideal. Mas no somos dos figuras contrarias, sino complementarias, que muestran la complejidad de la persona, materialista e idealista a la vez. Como diría hoy un psicólogo, Sancho fue sufriendo una Quijotización y yo una Sachonización, o sea, Sancho se volvió más imaginativo, idealista, soñador y yo cada vez me fui volviendo más realista...
Así paso el tiempo... hasta que volví a La Mancha... y finalmente mi familia no me dejo volver a salir de andanzas.
Se cuentan historias que volví a escaparme... pero eso nunca quedó claro en lo que escribió el Manco...
Sin lograr nunca ser un real caballero andante logré convertirme en un clásico personaje y he sido retratado y representado en infinidad de veces...
Me convirtieron en un idealista romántico, que siguió hasta al fin sus sueños... supongo que entonces, no todo quedó perdido.
Como dice un refrán que se me atribuye "Ladran, Sancho, señal que cabalgamos..."
FIN